lunes, 13 de julio de 2015

Concordancia entre lo que se dice, se piensa, se hace y se siente.


Pensar es fácil.
Actuar es un poco más difícil.
Pero actuar como se piensa es lo más difícil de todo.
Goethe

Goethe estaba en lo cierto, lo más difícil de todo parece ser actuar de acuerdo a las buenas intenciones que todos parecemos tener frente a la vida: los retos, el éxito y la felicidad.

Como padre de tres hijos sé que una cosa es el sentimiento de importancia que le damos al tema de la comunicación con nuestros hijos. En mis conferencias encuentro que una gran mayoría de los padres de familia son concientes de ello. Sin embargo, a pesar de sentirlo como algo vital, pocos piensan en ello lo suficiente como para actuar y muchos menos aún, hablan de ello, ya que la inmensa mayoría, tristemente, hace muy poco al respecto.

Este es uno de los grandes dilemas de la vida. Todos queremos triunfar; todos pensamos constantemente en el éxito; todos profesamos abiertamente nuestro gran deseo de triunfar, pero al momento de actuar, lo hacemos de una manera inconsistente con los principios del éxito. Es como si nos rehusáramos a entender que sólo podremos triunfar, si vivimos nuestra vida en armonía con principios de éxito; que es imposible triunfar si actuamos de manera continua en contra de las normas básicas del éxito.

Si nuestra vida está guiada por valores nobles, emociones positivas y fundamentos que construyan y saquen a la luz lo mejor de nosotros, en tal caso, el único resultado posible es una vida de éxito y felicidad. Pero, si permitimos que nuestra vida esté guiada por emociones y valores negativos como la envidia, la pereza, el odio o la deshonestidad, el único resultado posible será el fracaso.
¿De qué sirve que quieras ser saludable, que pienses constantemente en la importancia de comer bien y hacer ejercicio, si al actuar comes lo que te pongan al frente y siempre repites?

No podrás pretender disfrutar de una buena salud física si comes en exceso, bebes sin medida, no descansas lo suficiente y no cuidas de tu cuerpo.

Bueno, este es el problema ¿Cuál es la solución? Quizás la vida de Benjamín Franklin, uno de mis personajes favoritos nos muestre la respuesta. Él fue un hombre feliz, un enamorado de la vida, su optimismo y sentido del humor daban siempre muestra de ello. Franklin es conocido en todo el mundo por ser uno de los promotores la independencia de los Estados Unidos. También es celebre por sus trabajos científicos, sus inventos y su insaciable labor periodística y editorial.
En cierta ocasión expresó que debía su felicidad a que finalmente había optado por vivir y actuar de acuerdo con los valores y principios que él sentía debían guiar su vida. Franklin decía: “El mejor servicio que podemos prestar a Dios es hacerle el bien a los demás.” Y lo cierto es que su vida fue un testimonio de amor al servicio a su comunidad, a su país y al mundo entero. Muy temprano comprendió que si en verdad deseaba elevar su vida a un estado de mayor correspondencia entre los valores que sabía que debían guiar su vida y sus acciones, necesitaba desarrollar un compromiso total con su crecimiento y desarrollo personal.
En su afán por lograr una mayor claridad acerca de los valores y virtudes que le ayudaran a vivir una vida balanceada, plena y feliz, resolvió identificar las muchas virtudes que debían proveer dirección a su vida y se dio a la tarea de definirlas en pocas palabras, buscó adquirir cada una de las virtudes anotadas y mantuvo notas diarias acerca de su progreso en esta tarea.
Para tal efecto, y con la convicción de que el dominio de ciertas virtudes debería facilitar la adquisición de otras, según su criterio las escribió en el siguiente orden de prioridad:  

Templanza: No comas hasta sentirte harto. No bebas hasta la ebriedad.

Silencio: No hables más de aquello que pudiera beneficiar a otros o a ti mismo. Evita las conversaciones triviales. Orden: Ten un lugar para cada una de tus cosas. Ten un momento para cada parte de tu trabajo.

Resolución: Comprométete a llevar a cabo lo que debes hacer. Haz sin falta lo que te has comprometido a llevar a cabo.

Frugalidad: No gastes más que en lo que pueda hacer el bien a otros o a ti mismo. No desperdicies nada.

Trabajo: No pierdas el tiempo. Ocúpate siempre en algo útil. Elimina todo acto innecesario.

Sinceridad: No lastimes a nadie con engaños. Piensa con inocencia y con justicia. Si hablas, hazlo de acuerdo con esto.

Justicia: No perjudiques a nadie, ni haciéndole daño, ni omitiendo lo que es tu deber

Moderación: Evita los extremos. No guardes resentimientos tanto tiempo como puedas creer que lo merecen.

Limpieza: No toleres la falta de limpieza, ni en el cuerpo, ni en la ropa, ni en la vivienda.

Serenidad: No te dejes alterar por pequeñeces, ni por accidentes comunes o inevitables.  

Él convirtió el hábito de la auto-evaluación en un compromiso que perduró hasta el final de sus días. Constantemente revisaba que sus acciones estuvieran de acuerdo con estos principios y esto le permitió cosechar grandes éxitos en cuatro campos distintos: los negocios, el periodismo, la ciencia y la política.

¿Qué puedes hacer tú?


Identifica aquellos valores e ideas básicas, aquellos principios fundamentales que tú deseas que guíen tu vida, defínelos en términos claros y precisos y mientras ellos se convierten en hábitos, identifica acciones que te permitan expresar estos principios en tu diario vivir. Solo así podrás asegurarte que tu mundo exterior es un reflejo de tu mundo interior y que lo que dices, sientes, piensas y haces es una sola cosa. Siempre cosecharás aquello que hayas sembrado. Toda causa produce un efecto correspondiente; todos nosotros producimos causas o acciones diariamente. La vida simplemente se encarga de devolvernos los efectos o resultados. Así que cada uno de nosotros es el único responsable por los resultados que la vida nos devuelve ya que no ha sido más que el efecto correspondiente a la causa o acción que nosotros mismos hemos sembrado.

Artículo publicado en cienciacosmica.net: Concordancia entre lo que se dice, se piensa, se hace y se siente.
Gabriel Vallejo



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