sábado, 28 de marzo de 2015

Lejos de los pensamientos.




Para lograr un estado de conciencia superior, debemos lograr estar lejos de los pensamientos, evitar los malabarismos mentales del ego.

Al acallar la mente cuando los pensamientos terminan evitamos la proyección mental utópica e imaginaria, entonces realmente entramos en contacto con nuestra esencia, nuestro ser, el lugar donde reside el “Yo soy”. Implica el “Ser Interior”,  la morada divina de Dios, en el corazón, la verdadera existencia del espíritu individual.

Si bien no hay un método específico para acceder a la residencia del “Yo Soy” y experimentar la conciencia divina, existen numerosas disciplinas que aportan una actitud mental correcta mediante meditaciones adecuadas. Esta consciencia mora en el interior de todos y cada uno, hay que buscarla en el corazón, con intención pura, sentimientos auténticos, sin recursos mentales.

Es imprescindible tener la predisposición interior que anime en el empeño de alcanzar el lugar secreto donde vive la esencia del ser individual divino. Con ejercicios especiales y práctica se consigue mejorar la percepción del mundo exterior y lo que nos rodea. Las decisiones para alcanzar ese objetivo se hacen con determinación interna y sus resultados son perdurables. Centralizándonos en nosotros mismos ayudaremos a lograr la relajación, la concentración y calma interior necesaria. El desarrollo de la consciencia interior necesita de capacidad para concentrarse, con el hábito de la meditación, como llave para la apertura a la energía del universo, de Dios. Esto repercutirá positivamente en la matrix y ayudará a los que aún siguen dormidos.


Esta consciencia no se busca externamente, mediante conexiones mentales matriciales que alimentan la ilusión y preocupación, causando enojo, ingratitud e irrespeto. Se vuelve un esfuerzo razonado, arduo, que nutre la red de pensamientos en la matrix, anclando y manteniendo al ser humano en una vivencia ficticia de realidad material. La educación sociocultural del hombre inclina a relacionar el corazón con debilidades, equivocaciones, desventuras y malas decisiones en la cotidianidad. Pero, ese tipo de decisiones no vinieron desde el corazón, sino que la mente se situó en la resolución de una cuestión inherente al espíritu del verdadero ser. Por inercia, educación, costumbre o rutina, se deja a que nuestros pensamientos nos gobiernen, negándonos el acceso al ser legítimo.


La incursión en la literatura espiritual y el contacto con personas que viven de la conciencia del ser  nos aportan beneficios para este difícil, pero glorioso camino. El dicho popular “tocar el cielo con las manos” es nuestra realidad diaria ya que el cielo siempre estuvo y está arriba nuestro, el “Yo Superior” vibra a pocos centímetros de la cabeza. Si no se lo ve es debido a las nubes de pensamientos que lo cubren. De la misma forma los razonamientos cubren la conciencia del ser y sólo cuando son eliminados nos permitimos descubrirla. El lenguaje de esta conciencia  son los sueños que nos hablan manifestándose la voluntad divina. Los momentos de abstracción y contemplación, en cambio, es la expresión consciente del mismo mensaje. Estos instantes nos imbuyen en un diálogo interno con la divinidad. Aunque dura segundos, nos parece que ha pasado una eternidad, por la intensidad de la comunicación. Estas abducciones incorpóreas del espíritu de Dios, no son comunes en nuestro día a día en la conciencia ordinaria corpórea, reino del ego y la personalidad. La conciencia ordinaria pertenece a la Matriz Divina, pero es discontinua e inestable, porque elabora íntegramente la realidad sometida a la Matrix Mental.


Raras veces se es verdaderamente consciente del mundo exterior, porque se vive en desconexión inconsciente, parcialmente despierto, en desunión con la consciencia interna. La "conciencia interna" está continuamente presente: siempre se “es” porque nunca se deja de “ser” en el entorno en el que transcurre la vida. La extensión de la percepción interior, permite aflorar al Yo Soy e influye a los que nos rodean, ya que el ser transmuta en la consciencia de Dios. Se expande, refleja la energía del universo y el ser individual se transforma en la puerta que cristaliza al verdadero mundo exterior. Todos y todo lo que se ve materializado en el mundo, es un reflejo de lo que sucede en el interior de cada uno, es la forma en que se experimenta la vida como creación de la Matrix Mental que se comparte.

Al estar lejos de los pensamientos, nos permitimos ser creadores de la realidad personal desde el fuego divino interno y cocreamos con Dios la existencia del mundo.


http://lamujersiempre.blogspot.com.ar/

No hay comentarios.:

Publicar un comentario